El pasado martes tenía lugar en EEUU el “super martes”, una jornada clave para la carrera electoral en EEUU. 16 Estados (incluidos Texas y California, dos de los mayores) celebraban elecciones primarias para decidir quién será su candidato a la presidencia de EEUU. Finalmente, no ha habido sorpresas en las filas republicanas, y Trump ha conseguido asegurarse 751 de los 1215 delegados que necesita para ser designado el próximo 15 de julio, en la Convención Republicana, candidato a la presidencia. La actual gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, su principal competidor, queda muy por detrás. En las filas demócratas, Biden no tiene rival y tiene ya cerca de los 1000 delegados de los 1968 necesarios para ser candidato. Siguientes puntos en la agenda, el 12 de marzo, en el que se deciden otros 161 delegados, y el 19 de marzo, con otros 350.
Si finalmente es Trump el ganador, asistiremos a una contienda electoral que replicará la que vimos en 2020, pero con una sociedad mucho más polarizada, y en la que ambos candidatos están siendo muy criticados. En el caso de Biden, la preocupación de los electores está en su elevada edad, lo que condicionaría su capacidad física y mental, mientras que los problemas legales de Trump (pese al reciente ok del Tribunal Supremo para poder ser candidato a la presidencia) siguen en el punto de mira, dado que se empieza a hablar incluso de su capacidad financiera para costear la campaña electoral a la vista de los fuertes costes que le están suponiendo los procesos judiciales en curso. Ambos factores son claves para los numerosos votantes indecisos.
En la campaña en sí, se hablará mucho de economía, de geopolítica, de la regulación de la IA, y también de política fiscal. Las encuestas parecen dar ahora mismo una cierta ventaja a Trump, pero lo cierto es que la historia nos dice que las encuestas pueden variar mucho y que es todavía pronto para barajar ningún escenario. Biden intentará sacar partido de su balance económico, con una cifra de inflación que se ha conseguido rebajar desde el máximo del 9,1% anual en junio de 2022 hasta el actual 3,1% de enero. En cuanto al crecimiento, en 2023 la economía americana mostró un incremento del PIB del 2,5% anual, y las perspectivas para 2024 apuntan no sólo a que no habrá recesión, sino que incluso se habla de un “no aterrizaje”. La tasa de paro está en mínimos históricos del 3,7%, con más de 11 millones de empleos creados desde 2021. Biden ha introducido además durante su presidencia medidas sociales como la rebaja en el IRPF a la clase media, las ayudas a cuidados de hijos, y sobre todo, la Inflaction Reduction Act (IRA), un ambicioso programa de inversión que incluye la promoción de infraestructuras físicas, y también, apoyo a la generación de energías renovables. En el otro lado, Trump parece fundamentar su campaña en los éxitos obtenidos durante su Administración, como la rebaja de impuestos o el control de la inmigración. Además, Trump podría dar marcha atrás en algunas medidas adoptadas por Biden, como el impulso a renovables, y en lo político, una reevaluación de la OTAN o el apoyo a Ucrania.
En lo doméstico, ambos candidatos tendrán que hacer frente a los retos fiscales. Según la Oficina Central de Estadística (CBO), el déficit público se podría elevar en un 60% entre los años 2024 y 2034. Sólo en 2025, se espera que el déficit suba entre 1bn. y 2bn. de USD al hacerse efectivos los costes de las rebajas de impuestos de 2027 realizadas por Trump.
Para los inversores, lo importante es que, si miramos la historia, el S&P 500 nunca ha caído en un año electoral. No obstante, durante la campaña es posible que veamos volatilidad, en especial en sectores muy regulados, como salud, energía o servicios financieros, sectores que serían los más afectados por las diferentes políticas de los candidatos. Pero en general, la evolución de la bolsa suele ser independiente de qué partido gane las elecciones.
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