HABLANDO DE INVERTIR
Octubre 2024 • Alejandro Vidal

Construcción de carteras con visión a largo plazo

Cuando nos paramos a planificar nuestros objetivos vitales, la inversión se convierte en la herramienta estrella para proporcionar los recursos que nos llevarán a alcanzar estas metas: ya sea viajar, comprar una vivienda, ampliar la familia o incluso cubrir imprevistos o necesidades de salud. Eso sí, no basta con invertir. Para que nuestra senda financiera dé buenos frutos, es indispensable el asesoramiento de un gestor experto que configure una cartera de inversión 100% adaptada a nuestro perfil y necesidades. En este sexto episodio de Referentes de Inversión analizaremos cómo la ciencia, los datos, los modelos matemáticos y las estrategias financieras pueden dar solidez a lo largo de los años a nuestras carteras.

Referentes de Inversión 6 (T2): construcción de carteras

Si en otros ámbitos, el orden ayuda a crear estructura, equilibrio y consistencia, en términos de inversión esta máxima es innegociable. Y es que, tal y como afirman Alejandro Vidal y Rosa Duce en este episodio, construir una cartera sólida es como montar un rompecabezas. Resulta esencial seleccionar bien las piezas y que estas encajen perfectamente entre sí para obtener resultados claros, nítidos y fiables. En la inversión, estas piezas son la rentabilidad, la liquidez y el riesgo. Y aquí es donde entra en juego el valor añadido del gestor profesional. Su trabajo es clave para encontrar el equilibrio perfecto entre los diferentes elementos y hacerlos coincidir con nuestros objetivos para garantizarnos, entre otras cosas, un buen nivel de vida tras la jubilación. Y la buena noticia es que todo el mundo, independientemente de su situación financiera o su nivel de tolerancia al riesgo es susceptible de construir una cartera óptima. El secreto del éxito reside en la combinación de conocimiento y el acceso a las herramientas adecuadas que no solo maximicen el rendimiento, sino que también permita minimizar los riesgos.

¿En qué consiste la inversión para un particular?

Invertir es una ciencia que implica alinear nuestra situación financiera presente con nuestras necesidades y objetivos futuros a largo plazo. Los pasos a seguir van desde la mera identificación de estos objetivos a determinar en qué plazo deben alcanzarse o qué riesgo se puede asumir. Y a partir de ahí se empieza a trabajar, construyendo un modelo matemático que determine con qué activos podemos trabajar, qué rentabilidad es la esperada y cómo se comportan unos activos con otros. El fin último es averiguar cuál es la mejor cartera para cada cliente teniendo en cuenta toda la oferta e información existente. Esta ayuda a extraer conclusiones razonables que devuelven al inversor una cartera equiparable a sus propósitos y que, inevitablemente, está sujeta a cierto riesgo. Una vez definido, es importante no desviarnos de nuestro plan a largo plazo, a menos que la situación personal o financiera dé un giro relevante.

El papel del gestor profesional

Como comentábamos anteriormente, la gestión profesional marca el rumbo del éxito de nuestras inversiones. No es simplemente que el gestor profesional tenga más conocimientos financieros, sino que combina el acceso privilegiado a la información con las herramientas necesarias para analizarla.

Dispone de estos recursos (a los que un inversor particular no podría acceder) por ser parte de un banco global, con analistas en cada país, con conocimiento profundo de los mercados individuales, y con acceso a plataformas profesionales como Bloomberg. Y además, evita que el inversor se enfrente a costos muy altos para acceder a determinados activos o mercados, como puede ser el chino.

Toda esta capacidad de análisis y selección de activos optimizada recae en la cartera de clientes particulares para garantizar la mejor gestión posible de sus inversiones.

Cómo se implementa una cartera modelo

El hecho de que el gestor profesional tenga tantos recursos a su alcance le permite además configurar “carteras modelos”, una serie de estrategias de inversión predefinidas que permiten recomendar una determinada asignación de activos en función de su perfil.

Algunos de los pasos a seguir para implementar esta cartera modelo son:

  • Evaluación del perfil del inversor: situación económica, objetivos financieros, horizonte temporal y tolerancia al riesgo.
  • Selección de la cartera modelo adecuada: en función del perfil, elegiremos un tipo de cartera alineada con las necesidades del inversor.
  • Asignación de activos: distribuir los fondos del inversor en función de la proporción que sugiere la cartera modelo.
  • Monitoreo y reajuste: las carteras modelo no son estáticas. Requieren un análisis y un reajuste regular para garantizar que siguen alineadas con las necesidades del inversor, atendiendo a los cambios en el mercado.

Definición y estructura de una cartera ideal

Una cartera de inversión es el conjunto de activos financieros que pertenecen a una persona física o jurídica, ya sea una sociedad o un fondo. Y puede contener acciones, obligaciones, materias primas, liquidez, fondos, pólizas que el inversor va comprando, vendiendo o conservando a lo largo del periodo en que mantiene su inversión.

La cartera bien definida está muy lejos de ser un simple listado de productos financieros o activos que un inversor posee o está interesado en adquirir. El fin último es maximizar la rentabilidad de las inversiones y para lograrlo, su construcción requiere de una estrategia de gestión definida, un objetivo de diversificación y un plan específico y bien estructurado.

Tras seleccionar los activos, se debe hacer un análisis para determinar cuáles tienen mayor potencial o rentabilidad esperada y ver cómo interactúan entre ellos. De esta forma, se alcanzará la mejor combinación de esos activos para llegar a las metas del cliente. Y para generar esa combinación, es necesario un proceso ordenado y una base sólida. La buena asignación de activos tiene siempre en cuenta el escenario económico, el de los bancos centrales, el de la política fiscal de los distintos países…

Cabe recordar además que, cualquier inversor puede poseer activos, pero hasta que no exista un plan específico acerca de cuánto invertir en cada uno de ellos, cómo equilibrarlos o cuando vender o comprar en función de su plan financiero, minimizando riesgos y maximizando retornos a lo largo del tiempo, nunca tendrá una “cartera”.

La construcción de carteras de fuera a dentro

Siguiendo la máxima de perseguir el orden para obtener resultados óptimos, la construcción de carteras se lleva a cabo de fuera hacia dentro para estructurar el plan de inversiones con una visión inicial amplia y posteriormente ajustar y enfocar ciertos detalles mínimos hacia nuestros objetivos. Este tipo de construcción de carteras tiene dos pasos diferenciados.

1. Asignación estratégica de activos: es la piedra angular de la construcción de carteras, los cimientos sobre los que vamos a edificar el conjunto de nuestras inversiones. Implica identificar las clases de activos y las proporciones que constituirán la asignación normal de la cartera. Este tipo de asignación determina cómo distribuimos nuestro capital entre los principales tipos de activos (acciones, bonos, bienes raíces u otros instrumentos financieros) en función de nuestros fines, nuestra tolerancia al riesgo y nuestro horizonte de inversión. Por ejemplo, si se está invirtiendo para la jubilación y ya se tienen 40 años, probablemente se podrán asumir más riesgos vinculados a la renta variable y a partir de ahí determinar cuánto se invierte en renta variable americana, cuanto en europea, etc En definitiva, debemos hacer una buena distribución de activos que además sea bastante estática en condiciones normales.

Esto no significa que nunca más tengamos que hacer revisiones ni contraste de información, también existe la:

2. Asignación táctica de activos: es la herramienta para hacer ajustes sobre nuestra base estratégica. Mientras que la asignación estratégica se centra en el largo plazo, la táctica responde a las condiciones del mercado a corto plazo (normalmente 1 vez al trimestre) y nos permite adaptarnos a los cambios del mercado, tanto para aprovechar oportunidades como para protegernos de riesgos inminentes como una recesión. Eso sí, es importante destacar que esas adaptaciones deben hacerse con mesura.Y es que nunca se debe sobrerreaccionar a las noticias financieras. Por ejemplo, cuando el mercado cae, no hay que dejarse llevar por el pánico. Para garantizar la máxima rentabilidad, es importante mantenerse invertido a largo plazo en una cartera adecuadamente definida y diversificada. Esto va a permitir aprovechar el poder del interés compuesto, reducir la volatilidad a largo plazo y, en general, es una de las estrategias más efectivas cuando se trata de maximizar retornos.

El triángulo de inversión

Cada inversión se puede analizar desde tres ángulos interrelacionados: la rentabilidad, la liquidez y el riesgo. Entender este triángulo de la inversión que se forma ayuda a que los diferentes criterios de la cartera encajen entre sí. Pero para eso, primero es importante comprenderlos bien:

  • Rentabilidad: la primera regla dorada de la inversión dice que, una mayor rentabilidad esperada suele venir asociada a un mayor riesgo. Si buscamos rendimientos altos, debemos estar preparados para aceptar mayores variaciones del valor de nuestra cartera.
  • Liquidez: se trata de la facilidad con la que podemos convertir nuestras inversiones en efectivo sin afectar significativamente a su precio. Y es importante comprender que los activos muy líquidos tienden a ofrecer menor rentabilidad potencial. Por eso, el peso de la liquidez en una cartera a largo plazo debe ser mínimo y responder sólo a las necesidades del día a día.
  • Riesgo: como ya hemos visto, el riesgo en una inversión es inevitable. Lo que sí podemos hacer es gestionarlo adecuadamente, diversificando las inversiones y ajustando las carteras en función del nivel de tolerancia al mismo y de los objetivos predefinidos.

Lo curioso de los elementos de este triángulo es que parecen tener fines contrapuestos. Y ahí vuelve a entrar en juego la capacidad del gestor y de nosotros mismos como inversores para alcanzar el equilibrio más adecuado a nuestras características y necesidades.

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