El año 2023 fue un año de extraordinario comportamiento de los grandes valores tecnológicos de EEUU. Las llamadas 7 Magníficas (Meta, Nvidia, Microsoft, Amazon, Apple, Alphabet, Tesla), consiguieron una rentabilidad 90 puntos por encima del S&P equiponderado, y esta tendencia se ha mantenido este inicio de año, gracias en gran parte sus extraordinarios resultados. A consecuencia de ellos, el índice de concentración del S&P se sitúa en los niveles más altos de la historia, pues un 10% de compañías del índice S&P suponen el 75% de su capitalización. Es más, la suma de la capitalización de los 7 Magníficos sería equivalente al segundo mayor mercado de valores de un país del mundo, multiplicando por ejemplo por 4 la capitalización de Japón (sólo la suma de capitalización de Microsoft y Apple serían equivalentes al mercado bursátil de Francia o Reino Unido).
En esta situación, son muchos los inversores que se preguntan si las subidas son demasiadas, si es momento de vender, o incluso, si es tarde para entrar en estos valores. El miedo a caídas tipo la crisis de las puntocom gana presencia en el mercado, pues, no en vano, en la historia ya se han producido episodios de fuertes subidas de unos pocos valores con final poco exitoso.
Ante este temor, nuestra respuesta es clara. Pese a las subidas, estas acciones siguen siendo una buena oportunidad de inversión. No en vano, creemos que ningún otro sector ofrece una historia de crecimiento tan apasionante como el tecnológico. Si ya durante los últimos 10 años (o incluso más) hemos visto cómo la tecnología se ha infiltrado en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), y en particular, de la IA generativa (aquélla que es capaz no solo de replicar y automatizar, sino de generar nuevos contenidos o procesos), supondrá sin ninguna duda un vuelco aún mayor.
Y son precisamente las grandes empresas tecnológicas de EEUU las que lideran estos avances, entre otras muchas cosas, porque posiblemente sólo ellas son capaces de invertir en una tecnología disruptiva, pero que, como toda tecnología, tardará años, o incluso décadas en desarrollarse e implementarse totalmente.
De momento, los resultados son alentadores. Como ejemplo, las últimas versiones de los grandes modelos lingüísticos (LLM) han obtenido 155 puntos en una prueba de cociente intelectual verbal, superando al 99,9% de todas las personas examinadas. Es más, según numerosos expertos, el carácter exponencial de los avances logrados en los últimos años podría llevar a la IA a alcanzar un coeficiente intelectual muy superior a 1000, lo que podría desencadenar avances imprevistos en la investigación y el desarrollo económico. Actualmente, el foco de atención se desplaza desde las tecnologías habilitadoras de la IA (de estos lenguajes), a los dispositivos asistidos por la IA y las aplicaciones impulsadas por la IA, lo que sin duda podría marcar el comienzo de un nuevo ciclo, por ejemplo, en la producción de ordenadores y teléfonos inteligentes, que, gracias a la IA y a la computación en la nube, mostrarán mucha más potencia que sus predecesores. Además, es probable que el propio sector tecnológico sea el primero en adoptar la IA y experimente ganancias de productividad y margen.
No obstante, puede haber riesgos. El uso masivo de millones de datos ya ha puesto en pie de guerra a grandes asociaciones profesionales, que ven cómo su trabajo es aprovechado por esta tecnología de manera impune. El uso inadecuado de los datos, o lo que es lo mismo, la no protección de los mismos es otro factor muy relevante. La regulación podría endurecerse y frenar el progreso, mientras que las grandes empresas tecnológicas podrían ser acusadas de comportamiento anticompetitivo, ya que participan en casi todas las grandes empresas de nueva creación relacionadas con la IA. Los trabajadores y los sindicatos podrían resistirse a la introducción de tecnologías capaces de desplazar a determinadas profesiones. Y una recesión o una reaceleración de la inflación que provoque nuevas subidas de los tipos de interés, podría frenar el gasto en inversión tecnológica.
Pero pese a estos riesgos, lo cierto es que si miramos hoy a las grandes empresas tecnológicas de EEUU lo que vemos es sólidos beneficios, expectativas de crecimiento ligadas a la IA y unas valoraciones que, si bien han subido, todavía están por debajo de los niveles alcanzados en 2021. En resumen, no será un camino de rosas, pero las ganancias potenciales (especialmente a largo plazo) parecen superar con creces los riesgos, al menos por el momento.
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